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domingo, 12 de diciembre de 2010

A doscientos diez kilómetros de casa

El cielo se estaba tiñendo de un color rosado que Gun no había visto en la vida. Le gustaba. No era un color muerto, era un color que se le reflejaba en la cara, que le hacía cosquillas en la nariz, que le calentaba la piel pecosa de los pómulos. Era una luz que podía ver a través de los párpados.
Así que Gun Cobain, por una vez desde hacía mucho tiempo, bajó la guardia durante diez minutos.
-Te dormirás, Gunnie, y te caerás de la moto. -le susurró George cuando se la encontró adormilada encima del asiento, casi echada sobre el manillar.- Te he traído el desayuno. -Gun abrió un ojo. El cielo no había cambiado un ápice y eso le gustaba. Estuvo a punto de sonreír cuando George, con el pelo revuelto y un par de bolsas de papel en una mano, le tendió la otra para ayudarla a bajar.
Se sentaron en la hierba que crecía al lado de la cuneta, uno al lado del otro. Él no pudo evitar sonreír.
-Aquí estamos. -comentó, mientras sacaba un donut de chocolate para él y le pasaba otro a Gun.
-Sí. A doscientos kilometros de casa. -Contestó ella, mientras le daba un mordisco al enorme donut.
-A doscientos diez, Gunnie.
-No me llames Gunnie.
-Vale. -George reprimió una risita.
-Pues eso.
El silencio se hizo mientras devoraban dos donut cada uno. Gun siguió mirando al cielo, que no cambiaba.
-Ojalá no se vaya nunca. -susurró, sin darse cuenta de que George podía oírla.
-¿Este momento? -él hizo una pausa, y solo continuó cuando ella asintió.-Pues ya lo siento Cobain, pero tiene que acabarse. En eso consiste. En que estamos a doscientos kilómetros de casa, desayunando donuts que he robado de una gasolinera, y que vamos a seguir en la carretera hasta que sepamos que Coeur no va a encontrarnos. Y que esto no va a volver a pasar así. Tu no te volverás a quedar dormida en mi moto. No volveremos a esta cuneta. Esto, Gun, es efímero. Por eso es tan bonito.
Cuando George terminó de hablar, ella lo abrazó.
-Yo no voy a morirme. -le susurró al oído. Y aquello no era un deseo desesperado por detener la enfermedad que la consumía. Aquello no era un ruego de niña pequeña. Aquello era una determinación.
Gun Cobain había decidido, a doscientos diez kilómetros de casa, que no iba a morirse.

Así que Gun Cobain no iba a morirse y punto.

Sweet Caroline
Good times never seemed so good.

2 comentarios:

  1. Si Gun dice que no, entonces yo me lo creo. Aunque se equivoque. Yo me lo creo del todo... Y seguro que George también :3

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  2. A doscientos diez kilómetros de casa parece un buen lugar para parar en una cuneta, y plantarle cara a la muerte, y para comer donuts xD

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WANNA HEAR YOU SCREAM.