[También puedes llamarme Crista]

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Careine
Indefinible (que no indefinida)
Y podrías llamarlo el fin del mundo...

lunes, 27 de diciembre de 2010

Estrella fugaz número tres.

-Eh, Road Carbuncle, me parece que te busca la policía.

¿Cuanto medían los tacones? ¿Doce centímetros y medio? Sí, puede ser. Eran del mismo color escarlata que los labios, ¿verdad? Probablemente. ¿Y el perfume? No era vainilla, y tampoco chocolate. Cerezas, tal vez. No. Pimienta negra. Eso es, perfume de pimienta negra. A Luciérnaga no le gustó. No le gustó cuando entró por la puerta del Moon Tabern con el cigarrillo a medio consumir entre los dedos índice y corazón y la chaqueta de cuero desgastada y mal abrochada. Y no le gustó cuando entró y, directamente, abrazó a Céfiro.
Porque, al fin y al cabo ¿quien era ella? Una fugitiva, una extraña que se movía como si fuera la reina del cotarro. Ella era la versión extraoficial, una muy buena historia.
Tenía una risa extraña, que sonaba ronca porque la utilizaba más bien poco (por no decir nunca), el pelo fatal cortado, y una mirada inquietante. Luciérnaga lo notó en cuanto se miraron a los ojos por primera vez y vió aquellos iris de color rojo apagado.
Pero lo que mas le molestó de ella fueron sus maneras. Se comportaba como si el mundo fuera suyo, miraba mal a aquellos que le dirigían miradas curiosas, era amabilísima con Céfiro... Y a ella la trataba bien. Correctamente. De manera educada, incluso. Y aquello no era justo, porque si eres de una manera, lo eres con todo el mundo, según Luciérnaga. Y además, para ser una buscada por la policía, aquella chica no tenía ninguna prisa.
Y además, tenía un coche que no le iba para nada. Porque cuando tu sales al descampado que había para aparcar los coches y ves a una chica como ella al lado de un enorme todoterreno lo primero que haces es mirar al otro lado y buscar su coche. Pero no.
¿Cuantas maletas había en el maletero? Tres, eran tres. La de la ropa, la del portatil y la otra, que era todo un misterio.

¿Quién era Road Carbuncle?
Luciérnaga y Céfiro todavía no están seguros.

sábado, 25 de diciembre de 2010

^^

Feliz Navidad a todos. ¿Qué tal fué la Nochebuena? Yo bien, me regalaron unas cuantas cosillas, un bolso grande (:3), una colonia(waaahahahaah), unos calcetines de andar por casa (!!!!), dinero, un sujetador (toh sesi y toh pornoooh), unos cascos (auto regalados) y un libro que mi madre se olvidó de darme y me lo han dado esta mañana :33. Me mimaron mucho, sí, porque entre mis papis, tíos y yaya, la cosa fue genial :33, aunque me enfadase como una mona porque no me dejaron salir y eso. Estuve sentada entre mi tía Carmi y mi prima Alicia toda la cena y nos lo pasamos genial, pero bueno, ella se fué y yo me quedé de mala hostia. Y mira que me sabe malo. En fin. Además, esta es la primera Navidad sin mi tía, y yo me pongo triste, porque mi abuela además está de una mala leche reconcentrada y siempre acabamos pagando los mismos, y entre eso y que, ya lo he dicho, solo hace dos meses que se murió mi tía... Y bueno. El gordo se portó bien (el de la lotería no, ni un puto céntimo) así que voy a dejar de lloriquear. ¡Feliz Navidad a les guste y felices Vacaciones a los que no! ¡Y prospero año nuevo y todo eso que se suele decir!

Muchos besos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

November y Naru.

-Eh. Hola tú. ¿Sabes qué, Naru? No he venido a ver cómo te mueres. No, no. Sé que te lo prometí, pero Nitsu está destrozado. Y encima se ha cabreado conmigo. ¿Te lo puedes creer? ¡Conmigo! ¡Porque cree que soy yo la que hizo volar el edificio! Y bueno, sí. Tal vez fuese yo. ¡Pero este no era el resultado que esperaba! ¡Aunque juré que te mataría y en serio, voy a hacerlo! ¡Pero este no es el día! Así que no, no he venido a sentarme en esas horribles sillas de plástico para ver como la palmas aquí y ahora. Se me quedaría el culo plano.

He venido a otra cosa, Naru Hudson. He venido a traerte el paquete de chicles de fresa que te envía el puto borde de Liam, y muchos besos por parte de todos. Me acerco una silla de esas que te he dicho antes, ¿te parece? Sí. Ya lo suponía yo. Menos mal que estás dormida. Si no, ya me hubieses echado de aquí. O me hubiese largado yo. Bueno. Tengo que contarte una cosa.

Russia no puede andar. Liam, su querido Liam utilizó el tercer deseo y… y bueno, pasaron unas cosas y ahora ella no puede andar. Ya te contarán ellos dos con más detalle cuando te recuperes. Por otro lado, Art y Nitsu se llevan cada vez peor y discuten mucho. Sí. Discuten, ellos dos. Nitsu se enfada, y créeme, ni tú querrías ver a Nitsu cabreado, no es agradable. Y Valerie… es gilipollas. Aunque sea vuestra amiga. Créeme, es gilipollas. En fin. No te hablo de mí, porque la verdad es que te importa un huevo lo que me pase, y a mí no me apetece contártelo. De todas maneras, estás aquí inconsciente y yo solo te hablo porque sé que me escuchas y que te jode no poder responderme, y eso me encanta. Ya sabes. Soy November de Ritmia y Wilde, tengo que joder de alguna manera. Tú misma lo dijiste.

En fin.

¿Sabes qué pasa? Que hoy es el cumpleaños de mi hermano Samuel. Uno de los que se murió. No voy a contarte como, porque no me corresponde a mí. Ya te lo contará su asesino, un día de estos. Y bueno, eso. Que estoy algo sensible. Creo. Eso me ha dicho Valerie cuando le he dicho que venía a verte. Pero yo me noto como siempre. Bah.

Venía a contestarte a la pregunta que me hiciste antes de que todo volase por los aires. Qué cojonazos tengo, ¿verdad? Lo sé. Pero antes, tengo que hacerte una propuesta, tengo que hablarte de algo.

Je. Que suerte que no puedas meterme una hostia, porque por dentro te estás muriendo de las ganas, que lo sé yo. Pero bueno.

Te he traído mi anillo. El plateado con la N en la parte de dentro. Ese. Tenemos las manos parecidas, pero por si te viene grande, póntelo en el pulgar. Yo voy a dejártelo en la mesilla. O debajo de la almohada. Ya veré. No te preguntes qué coño hago dándote MI anillo, porque es MÍO y yo tampoco sé por qué te lo doy. Igual es que en el fondo me caes bien. Nah. No sé. Ya te contestaré plus tard. Cuando te despiertes.

Nos quedan cuatro deseos, Naru. Uno por persona. Sospecho que Art ya pidió uno, pero Valerie ha renunciado, o sea que no pasa nada. Tenemos cuatro deseos. Y somos Héroes, Naru. Héroes. Tú, Nitsu, Arthur y yo. Unos Héroes de mierda, pero es lo que hay. Al parecer tenemos una misión. Teníamos siete deseos que nos están puteando pero bien. ¡Y hasta tenemos un enemigo, fíjate! Qué bonito. Bah. También tenemos una cosa con la que nadie contaba. Tenemos elección, Hudson. Podemos elegir. ¿Quieres ser una Heroína? ¿Quieres salvar este puto mundo de mierda de otro Cataclismo? Los chicos ya han elegido. Te toca a ti. Yo… yo me lo pensaré más tarde, porque ni tengo el perfil típico de una Heroína, ni tengo las ganas suficientes de serlo. Nunca se sabe, igual es que me queda un poco de ese sentido del deber del que tanto hablar Liam y Russia. Sí, claro. La verdad es que ahora mismo podría desconectarte y largarme de aquí con viento fresco, y al mundo que le den. Y no lo hago. A ver si van a tener razón…

Bah.

Puedes elegir, Naru. Elige. Elige de una puta vez, porque te queda un deseo, y aún podemos hacer algo. Esa es mi propuesta, pero cuidado, porque no puedes usar tu deseo para despertar. Tienes que usar tu jodida cabezonería para no morir. Tú verás cómo, pero tienes que hacerlo, Hudson.

Y por cierto, con respecto a tu pregunta. Sí que tengo corazón. Está en el lado izquierdo, creo. Y a veces, hasta late.

Y la fría November se fué de la habitación de hospital cinco minutos antes de que Naru Hudson
decidiese que ya estaba bien de hacer el tonto
y que ya era hora de despertar.

domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Sabes quién?

Dale tres razones para sonreír, tres razones para respirar, tres razones para seguir viviendo y tres razones para pegarse un tiro. Y te la habrás ganado.

Es la chica que espera a Belladona en la parada del autobús todas las mañanas. La pequeñita, del abrigo negro con botones y el gorro de lana, rojo como el fuego. La de pelo color caoba y ojos casi dorados y enormes. ¡La de las converse azules!

Vega. Vega Lyra, la que tiene nombre de estrella y pecas en la nariz. La de las gafas de sol de montura plateada que solo lleva en invierno. La que estudia el bachiller tecnológico “porque me da la gana y punto”. La que vive prácticamente en casa de Belladona (excepto los sábados, que es cuando la otra se pasa a dormir, comer, y en general, respirar a su casa), la que siempre va con ella. Su mejor amiga. La que se sienta al lado de Sirius, el hermano de ésta, en todas las clases, porque, bueno, Vega es la que sabe los secretos de todo el mundo y Sirius no es una excepción.

Vega. La que espera ser arquitecta algún día, la que sueña con volar, la optimista, la que solo tiene dos enemigos declarados, Vecino Cabrón (cuyo nombre completo es: Vecino Cabrón de Belladona y Sirius que Aún Encima Está Bueno El Muy Gilipollas) y Abel Reih. (¡Ah, y por supuesto el Perro Horrible De La Abuela!).

Esa es la Vega de la que hablo. La actriz. La que está escondida detrás de una cortina de humo, hecha a prueba de sopladores expertos (Excepto tal vez de Abel Reih, pero no va a atreverse a probar.) Esa, precisamente esa.

(También es la que tiene tatuadas unas alas de golondrina en la espalda, por si algún día tiene que echar a volar.)

viernes, 17 de diciembre de 2010

(Y a mí...)

Tengo el estómago tan encogido, tan encogido, tan encogido, que joder, tengo hambre.
>>Ana Eva (Reina de la Mala Leche)


-Me gustaría matar(te), pero Suerte no me deja.
>>Pensamiento Rourke (Una Asesina Que Sabe Bailar Que Te Cagas)

-Y a mi me gustaría que tuvieses sentido, y eso no puede ser.
>>Anders (El Héroe Al Que No Le Queda Más Remedio.)

-Y a mí me gustaría que os callaseis, porque llevo una resaca del copón.
>>Shaff Jeevas (Un Pirata Que Se Muere Por Una Botella De Vodka)


(Y a Maddie le hubiese gustado continuar durmiendo, y que Sean siguiese con ellos)

martes, 14 de diciembre de 2010

Maddie, esa pregunta es demasiado obvia

-¿Qué tal se te dan los finales, Jeevas?


En todas partes siempre hay un iluminado que señala al cielo y un montón de gilipollas que miran el dedo. Y luego está los genios que aprovechan y roban todas las carteras que pueden mientras todos se despistan.
Shaff Jeevas era el mejor en la última disciplina (y eso que señalar no se le daba nada mal.)

Shaff era un pirata. Uno de los de verdad, de esos que no llevan parche ni cojean o arrastran una pata de palo. No llevaba un loro al hombro, pero si tenía un pendiente en la oreja, y la piel quemada por el sol y la brisa marina. No tenía un vozarrón profundo y ronco, pero sí que tenía un buen estómago para la bebida. Le gustaban el ron y el vino, pero cuando aparecía en escena una buena botella de vodka, con ese sabor ardiente y aquel color tan engañoso, transparente como el agua, el esbozaba una pequeña sonrisa de placer, y se apresuraba a cogerla, antes de que otro pudiese hacerse con ella. Shaff era más bien delgaducho y no muy alto, se afeitaba todos los días, así que carecía de aquella barba enmarañada que tienen muchos capitanes de barco.


Pero es que Shaff no era capitán. Shaff no era el segundo de a bordo. Y lo que es todavía más curioso, Shaff no era el último mono.
Shaff era un alternativo. Hay uno en cada barco. Se enteraba de todo. Y manejaba sus armas como el mejor, aunque considerase que es mucho más inteligente huir que enfrentarse y arriesgarse a morir. No lo malinterpreteis, él no era un cobarde. (O tal vez sí, pero eso no importa.)


Shaff era un pirata. Un pirata verdadero. Se emborrachaba y se lo pasaba bien. Cantaba fatal, y aún tocaba peor la guitarra. Tenía un arsenal debajo de la cama, pero su arma más peligrosa era la palabra. Se le daba bien guiñar el ojo, o pasar por un chico que en su vida ha roto un plato.


Shaff era todo un pirata. ¿Y qué hace un pirata en tierra firme, tan lejos del mar?

    Nadie tenía ni idea, y nadie tuvo nunca el valor de preguntárselo.
    Hasta que Maddie cayó en sus vidas.

-¿A mí? De puta madre, Rubita. Como todo.
(Shaff Jeevas nunca acabó de cogerle el tranquillo a aquello de decir la verdad, pero bueno.)


domingo, 12 de diciembre de 2010

A doscientos diez kilómetros de casa

El cielo se estaba tiñendo de un color rosado que Gun no había visto en la vida. Le gustaba. No era un color muerto, era un color que se le reflejaba en la cara, que le hacía cosquillas en la nariz, que le calentaba la piel pecosa de los pómulos. Era una luz que podía ver a través de los párpados.
Así que Gun Cobain, por una vez desde hacía mucho tiempo, bajó la guardia durante diez minutos.
-Te dormirás, Gunnie, y te caerás de la moto. -le susurró George cuando se la encontró adormilada encima del asiento, casi echada sobre el manillar.- Te he traído el desayuno. -Gun abrió un ojo. El cielo no había cambiado un ápice y eso le gustaba. Estuvo a punto de sonreír cuando George, con el pelo revuelto y un par de bolsas de papel en una mano, le tendió la otra para ayudarla a bajar.
Se sentaron en la hierba que crecía al lado de la cuneta, uno al lado del otro. Él no pudo evitar sonreír.
-Aquí estamos. -comentó, mientras sacaba un donut de chocolate para él y le pasaba otro a Gun.
-Sí. A doscientos kilometros de casa. -Contestó ella, mientras le daba un mordisco al enorme donut.
-A doscientos diez, Gunnie.
-No me llames Gunnie.
-Vale. -George reprimió una risita.
-Pues eso.
El silencio se hizo mientras devoraban dos donut cada uno. Gun siguió mirando al cielo, que no cambiaba.
-Ojalá no se vaya nunca. -susurró, sin darse cuenta de que George podía oírla.
-¿Este momento? -él hizo una pausa, y solo continuó cuando ella asintió.-Pues ya lo siento Cobain, pero tiene que acabarse. En eso consiste. En que estamos a doscientos kilómetros de casa, desayunando donuts que he robado de una gasolinera, y que vamos a seguir en la carretera hasta que sepamos que Coeur no va a encontrarnos. Y que esto no va a volver a pasar así. Tu no te volverás a quedar dormida en mi moto. No volveremos a esta cuneta. Esto, Gun, es efímero. Por eso es tan bonito.
Cuando George terminó de hablar, ella lo abrazó.
-Yo no voy a morirme. -le susurró al oído. Y aquello no era un deseo desesperado por detener la enfermedad que la consumía. Aquello no era un ruego de niña pequeña. Aquello era una determinación.
Gun Cobain había decidido, a doscientos diez kilómetros de casa, que no iba a morirse.

Así que Gun Cobain no iba a morirse y punto.

Sweet Caroline
Good times never seemed so good.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Pongamos que.

Pongamos que se llama Belladona, como la planta, y que es tan venenosa como ella. Pongamos que tiene el pelo dorado, que se le riza a la mínima y que lo lleva largo. Pongamos que le gusta hacerse una trenza en el lado izquierdo de la nuca con todo el pelo y un coletero de color morado en la punta. Pongamos que tiene una sonrisa tan bonita como sus ojos verdes. Pongamos que lleva tres aros en la oreja derecha y en la izquierda solo uno. Pongamos que cuando habla, gesticula un poco con las manos, para acompañar la cadencia de esa voz suave, firme y fría.

Pongamos que es una de las chicas más guapas del instituto, que es muy inteligente y que se le dan bien el latín, el inglés y el francés. Pongamos que se sienta al final de la clase, entre la ventana y ese chico de pelo negro que habla poco. Pongamos que vive en un ático, que tiene un hermano mellizo y una madre divorciada que gana lo suficiente como para que vivan sin preocuparse por el dinero. Pongamos que no sabe casi nada de su padre, salvo que sigue pasándole una pensión a su madre todos los meses.

Pongamos que es una embustera. Pongamos que si algún día se muerde la lengua, se envenenará. Pongamos que tiene como arma de emergencia una sonrisa de reptil, que significa un “No-Me-Importa”. Pongamos que no se preocupa por (casi) nada. Pongamos que ni siquiera tiene corazón como para que lata.

Pongamos esto, porque no hace falta mucho más. Pongamos esto y tendremos a Belladona, la terrible, la magnífica.

(Pongamos también que tiene un vecino al que odia con toda su alma. Sí, añadamos eso. Es de lo más interesante…)

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuando conocí a Pensamiento, lo primero que se me pasó por la cabeza fué
"Mierda, me ha calado."

-
¿De qué me sirve preguntarte como has sabido que vivía aquí? -prosiguió él, con la mirada clavada en los ojos azules de Pensamiento.- Seguro que esa maldita puta de Suerte se ha encargado de darte mi expediente. Bah.
Tres segundos antes de que se le ocurriese pensar en las consecuencias de lo que había dicho, tenía una pistola apuntándole a la cabeza.
-No insultes a Suerte. -siseó ella.- Nunca. Te lo advierto.
-Con tranquilidad, pequeña Pensamiento. -contestó él, con una sonrisa enigmática.- Yo no estoy solo, y nunca se sabe...
-¿Qué? -ella vaciló un segundo. Dos después, el chico con el que había pasado la noche, (¡Sean!), entró en el salón, con una toalla alrededor de la cintura, y secándose el pelo con la mano.
-...¿Anders?
-Tranquilo, Sean. No pasa nada. Te presento a Pensamiento. Pensamiento, el es Sean.
-Encantado.
Pensamiento se volvió para observar mejor al joven. Y abrió mucho los ojos, sorprendida, y casi asustada. Ni siquiera notó que Anders le quitaba el revolver. Solo se quedó ahí, sorprendida.
Sean la miró, entre asustado y arrepentido.
-No sabe nada. -murmuró.
La chica pareció volver a la normalidad con aquellas palabras.
-Me imagino. -respondió fríamente.- Ya te hubiese echado.
-¿De qué va todo esto? -interrumpió Anders, ahora molesto de verdad.
-Nada. -la voz de la joven sonó cortante, muy cortante.-Yo he venido por otra cosa. Deberías estar muerto.
-Pero no lo estoy. -repuso él, con una sonrisa pícara.
-Pero no lo estás... Precisamente por eso he venido.
-¿Suerte te ha mandado a matarme?
-Oh, no, no. Todo lo contrario.
Ahora sí que estaba perplejo. Él, Anders. Estaba sorprendido. Increíble.
-Me he perdido.
Pensamiento se relajó, y le sonrió. No fué una sonrisa amable... fué más bien de superioridad.
-Necesitamos a alguien como tú. Un rebelde entre los rebeldes, un renegado, un proscrito. La típica persona que diría no a lo que estoy a punto de proponerte. Necesitamos... un héroe.
-No.
-¿Lo ves? -Pensamiento sonrió de verdad por primera vez. Se le hacían hoyuelos en las mejillas, y sus ojos se volvían chiquitines y brillantes. Tenía una sonrisa bonita.
Pero Anders no se retractó.
-No soy un héroe.
-No te he dicho que lo seas. No pienso que lo seas. Porque tu tienes razón. No eres un héroe.
Todavía no.

"Y lamenté tener razón."

viernes, 3 de diciembre de 2010

Drake, cuidadito.

Si alguna vez hubiese tenido ganas de hablar, lo hubiese hecho. De verdad. Pero claro, la señorita Vera, eso no podía entenderlo. May gruñó e hizo crujir sus nudillos, provocando una mueca de desagrado en Drake, que estaba sentado en una esquina de la mesa, jugando un solitario.
-Qué. -no alzó la vista de las cartas. No hubo entonación en aquella palabra. Pero era una pregunta, May lo sabía.
-Me molesta.
-¿Vera?
-Sí. Porque ahora sea el nuevo capricho de Josh no tiene por qué... Psicoanalizarme.
Drake soltó una risita (aunque más bien fué una especie de "Hmpf" que May supo interpretar correctamente).
-No es su nuevo capricho. -Sonrió de medio lado. Todavía no había levantado la vista del solitario.- De todas maneras, me parece exagerado.
May hizo un gran esfuerzo por controlar su rabia.
-¿Ah sí? ¿Te parece exagerado que yo me enfade porque esa niñata vaya tomándonos a todos por tontos?
-Ajá.
-¿SABES LO QUE ME HA DICHO?
-No. Pero lo sabré en seguida, porque si no me lo cuentas reventarás. -Drake levantó la cabeza para mirarla a los ojos.- Y no grites.
-Me ha dicho que cree que estás enamorado de mí.
Si Drake hubiese sido otra persona, hubiese soltado una carcajada. Pero se limitó a menear la cabeza con aquella sonrisa de superioridad tan suya.
-Vaya un lince.
-Gun está hecha una fiera.
-Vaya una novedad.
-Te la toca, ¿no?
-Sí.
May tuvo que ejercitar un gran control mental para no estrangularlo.
-Vaya un idiota.- Y de la colleja que le arreó Gun (que había salido de la nada (o del cuarto de George)), le rebotó la nariz contra la mesa.

Y lo peor. Lo despeinó.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Folie

Estoy escribiendo con un boli casi sin tinta en un trozo de papel roto y manchado. Me acuerdo de tí. Y de mí. Nuestra historia era grande, Primavera. Enorme. Porque no solo era tuya y mía. También era de Drake y de Lorcan, de Gun, de May, de George. Era la Folie, como decía Coeur, mirándonos con aquellos ojos fríos y aquella sonrisa dulce. Nuestra historia fué el Todo, fué la Nada más Abslouta. Nuestra historia era grande porquie ninguno de nosotros supo serlo. Porque tu eras una niñata cínica y yo un cabrón engreído.
Esta no es una historia CHICACONOCECHICO. Chica no quiso conocer a Chico y Chico lo único que quería era mojar. ¿Sabes qué pasa Primavera? Que no se nos da bien hacer las cosas como está establecido (y que, si las cosas hubieran ido bien, no habría sido divertido, ¿verdad?).

Lo mío no es normal. Esto lo escribí ayer cuando estaba -teóricamente- estudiando historia.

Desde el tejado, plumitas.

Me he metido en un buen lío, señores.
Uno enorme. Estoy escribiendo tres historias a la vez. ¡Tres! Y tengo unos cuantos exámenes, y no tengo tiempo ni para pensar en suicidarme. Pero yo soy jodidamente feliz, porque yo siempre soy así de... así. Así que c'est pas grave. Escribo en clase de francés, porque la muy pava no se entera y porque las clases de matemáticas las uso para hacer deberes. Luego que suspendo. En fin, da lo mismo.
Aunque creo que apruebo todas. Eso mola, ¿eh?

Por cierto, sé que tendría que haber actualizado antes (me lo digo a mi misma :D), pero creía que había perdido la cuenta y estuve sumida en un ataque de ¡¡AAAAAAH!! pero no pasa nada. Ya estoy viva (: (quitando el hecho de que me sangra la nariz a veces, que me baja la tensión y que no duermo bien, claro).

Necesito un título. Estoy entre varios: Anónimos, Afortunados y Libertad entre otros, pero no sé. No me convencen. Es para la historia de Josh, de Vera, de Drake y de los demás. (Los demás a.k.a: Gun Cobain, May, Lorcan, George...)
¿Alguien tiene una idea que prestarme?