[También puedes llamarme Crista]

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Careine
Indefinible (que no indefinida)
Y podrías llamarlo el fin del mundo...

martes, 28 de junio de 2011

Personalmente

Me confieso adicta a muchas cosas. A lo amargo, a lo salado, a lo picante. Adicta al frío, a la emoción, a la música. Adicta a la discusión (o debate), a viajar, a las buenas conversaciones. Adicta a no tener mecheros decentes, a no llevar nunca llaves, a perder gomas de borrar. Al tabaco (¡es lo que toca!), a la cerveza y al vodka (ese que baja engañosamente transparente abrasándote el estómago) e incluso a cosas menos recomendables. Soy adicta a muchas otras, probablemente, como las manzanas, el queso o los solos de guitarra. Me he quitado muchas otras adicciones con el tiempo, las he ido tirando por el camino.
A tí, por ejemplo.

Está lloviendo.

Lloviendo otra vez.

lunes, 13 de junio de 2011

(Visitas)

Pasan tres meses antes de que Adrien vuelva a ver a Martin. Es diciembre. La guerra estalló en julio, sus caminos se separaron un poco antes de septiembre.
Ha estado nevando, y las calles resbalan (tanto que Annie trastabilla un poquito, encaramada a los tacones negros).
"¿A dónde vamos, Annie?"
Y ella no le contesta directamente, sino que le pasa un tríptico color negro, acompañado por una mirada helada, una mirada de Ya no me llamo Annie, y lo sabes.
Adrien sujeta el tríptico entre los dedos helados. Van al teatro, pese a que a él no le gusta en absoluto. Pero claro, Annie(Susan) y Arlie(Lucie) son fanáticas. Es una tragedia. El título está escrito en otro idioma, y Adrien (quien, por cierto, ahora se llama Charles) lee el nombre de los actores. El hombre está intepretado por un tal Daniel (cuyo apellido es ininteligible, con tanta vocal), y la chica, Lydie Gluum. Ella es bastante famosa, pero él no le suena de nada.
Así que entran en el teatro los tres juntos, y cuando Adrien ya está dispuesto a echarse un sueñecito (butacas ultra-cómodas), se abre el telón y lo ve. Se ha teñido el pelo de púrpura, y las cejas también, y lleva lentillas doradas, y tiene aspecto cansado, pero es él.
Martin.
(Siempre había soñado con ser actor, claro. Y ahora, lo ha conseguido.)
Tiene la mirada tan penetrante como siempre y, cuando barre la sala con ella, lo encuentra.
(Martin es un experto).

Y cuando empieza a hablar, en un monólogo, andando flexible por el escenario, sus ojos recorriendo los rostros del público, capturándolos, quedándoselos para sí, Adrien tiene la sensación de que habla solo para él, con el alma ardiendo, con los ojos empañados, el recuerdo ardiéndole debajo de la piel, dentro de la mente, hasta la punta de los dedos.
-Te lo llevaste todo, Padre. -Le susurra Martin esa criatura que Adrien sabe que es Martin al silencio, a los espectadores, a su propia memoria, a su guerra, al guión.- Te lo llevaste todo y me dejaste como al niño que nunca supe ser, como un príncipe encerrado. Y no me quedó nada más que guerra, Padre. Nada más que guerra.

Adrien no se entera del resto de la obra. Se ha quedado ahí, anclado en la butaca, hasta que se da cuenta de que Arlie y Annie están llorando, y de que la obra ha acabado.

martes, 7 de junio de 2011

El pasado, hay que hacerlo añicos.

Hay un punto en el que no hay retorno porque la palabra pierde significado (y se queda en un montón de letras feas) y el universo se hace más grande, pero más acogedor y más como casa y casi casi casi es una imagen hogareña. Cuesta un poco pero es así.
Así que cuando miran al cielo, lo único que ven es a los Antiguos Dioses (de los nuevos, Adrien no ve ni uno) sonriendo un poquito y la vida se puede respirar en el aire frío que llena los pulmones de humedad y oxígeno y un par de mentiras de las necesarias.

Es junio, pero al tiempo le da igual, eso de que ya sea verano.

Así que aquí están, un poco perdidos, un poco tontos, un poco tristes y un poco doloridos todavía, en el alma (dónde nadie puede verlo) y en el corazón y en la memoria.
Ha merecido la pena, eso seguro.

-Vamos. -Adrien se levanta, frenético y nervioso, porque hay cosas a las que no se acostumbra.
Éla lo mira por detrás de sus gafas y se incorpora. Annie y Laurinne también lo hacen. Arlie gimotea, pero se levanta, con Martin y Sccar y Olivier.

Y se van, por que el verano es eterno, y suyo, y la hoguera de San Juan está esperando que la saltes, Martin.

Martin no piensa saltar la hoguera, claro que no (a menos que Adrien se lo pida así, todo párpados caídos y sonrisa desafiante).