Me confieso adicta a muchas cosas. A lo amargo, a lo salado, a lo picante. Adicta al frío, a la emoción, a la música. Adicta a la discusión (o debate), a viajar, a las buenas conversaciones. Adicta a no tener mecheros decentes, a no llevar nunca llaves, a perder gomas de borrar. Al tabaco (¡es lo que toca!), a la cerveza y al vodka (ese que baja engañosamente transparente abrasándote el estómago) e incluso a cosas menos recomendables. Soy adicta a muchas otras, probablemente, como las manzanas, el queso o los solos de guitarra. Me he quitado muchas otras adicciones con el tiempo, las he ido tirando por el camino.
A tí, por ejemplo.
Por desgracia, ese último vicio es el más doloroso y el más bonito, ¿no crees?
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