Toda su vida le pasó por delante de los ojos. Fueron solo unos cinco segundos, pero es que no había mucho que contar.
Vio a los Rebeldes y vio la agria y cínica sonrisa de Sophia. Vio a Sonnë, su mentora, amiga y maestra. La vio reírse y morir, todo en la misma imagen. Vio a Vlad, a Ciel y a su hermana.
Vio a Strawberry. Muchas veces. Oyó las risas de la mayoría. Volvió a notar el dolor de cabeza de la primera vez que despertó después del misterioso accidente.
Vio fuego.Y entonces lo decidió. El era Blaze, el desconocido. El era Blaze, el desmemoriado, el perdido. El era Blaze, el guerrero, el heredero de Sonnë.
Él era Blaze y no iba a palmarla.
Así que levantó la cabeza con orgullo, la mirada ardiente y peligrosa, apretando los dientes para ignorar el dolor.
-Yo... -resolló.-Yo no voy a morirme.
Y la suya fué una sonrisa de lobo herido, cansado y viejo, pero que sabe que ha ganado la batalla.
Y Blaze venció, aunque no de la manera que esperaba.
-Como quieras, caballero. -la voz de Lumini, llegó hasta sus oídos, dura, cruel.- No morirás.
-¡¿CÓMO!? -oyó un grito airado desde las sombras de la habitación.
-Paciencia, paciencia. -aquella voz musical y juguetona, apenas un susurro, pertenecía sin duda a Dama Murmullo, y pareció calmar al tercer hombre.- Seguro que nuestro
querido amigo -uf, aquellas palabras sonaban realmente peligrosas- no va a dejarselo tan fácil como piensas. ¿Verdad?
En los labios del aludido se dibujó una sonrisa cruel, pero no contestó. Todos los presentes conocían la respuesta.
-Haz lo que te de la gana conmigo, Lumini. -le espetó Blaze, y un hilillo de sangre se le escapó por la comisura de la boca. Él no le dió importancia.- No os tengo ningún miedo.
Las carcajadas agudas de Dama Murmullo resonarían para siempre en su memoria, como una terrible melodía junto con el recuerdo de Lumini acercándose más a él, para susurrar en su oído:
-Mentira.